Treinta segundos de furia

Amarilla, penal, gol y expulsión.

Y fue finalmente el martes 26 de junio que se pudo completar el partido entre Defensores de Centeno y Atlético San Genaro.
Aquel que había comenzado el domingo 17, en el que el polémico árbitro Pablo De Blassi no sancionó un claro penal a favor de Defensores. En el que dio cinco minutos de descuento, en el cuarto Atlético convierte el 1-0 y treinta segundos después sanciona penal para el verde por agresión de Don a Davi y no se pudo ejecutar por disturbios y falta de garantías.
Ese partido que el tribunal de penas determinó que debía completarse con el penal y dos tiempos de quince segundos el viernes 22 pero no pudo ser, ya que los dos árbitros asistentes fueron demorados por gendarmería por antecedentes con estupefacientes.
Y si, fue finalmente el martes 26, en cancha de Sportivo Rivadavia y a puertas cerradas que se pudo completar con el partido más corto de la historia del fútbol mundial. Y si pensábamos que en treinta segundos no podíamos ver mucho, nos equivocamos.
Tras la entrada en calor de ambos equipos, Román Colidio tomó el balón para reanudar el juego con la pena máxima. Al llegar al punto penal, notó que habían tirado agua, había barro. Acomodó el balón de todas maneras, tomó carrera, el arquero Serra se adelantó y movió de lugar la pelota. El árbitro Bruno Friscione le mostró correctamente la tarjeta amarilla. Colidió volvió a prepararse, corrió y metió un potente derechazo para que la pelota besando el travesaño se estrelle contra las redes y así estampar el 1-1.
Los jugadores del verde corrieron rápido a buscar la pelota, Nahuel Schiavo agredió al arquero Serra y Friscione le mostró la tarjeta roja. Atlético movió del medio y el árbitro dió por finalizado el mini primer tiempo. Los equipos cambiaron de lado, Atlético puso en marcha la segunda parte, pelotazo largo, disputa el balón entre defensores y delanteros y no hubo tiempo para más, Bruno Friscione levantó su brazos y puso final al partido más corto de la historia.
Algún día, dentro de muchos años podremos contarles a nuestros hijos o nietos que fuimos parte. Quizás ya con una leve sonrisa.



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